Hoy quisiera pedirles que tomemos unos minutos para preguntarnos por qué es importante la libertad de expresión. Esta es una cuestión de absoluta actualidad y que nos concierne a todos nosotros.
La libertad de expresión es uno de los requisitos fundamentales para que pueda existir una democracia. Si no hay una verdadera libertad de expresión, con todo lo que esto implica, no hay una verdadera democracia. ¿Y qué implica la libertad de expresión? Muchas cosas.
Por ejemplo, que todas las personas puedan comunicar y recibir ideas e informaciones de toda índole. En una democracia tiene que existir cabida para todas las ideas, para aquellas que acepta la mayoría, pero también para las que defiende una minoría, incluso para las que pueden resultar chocantes, hirientes o inquietantes para personas o sectores de la población. La sociedad democrática no es una masa homogénea de personas que profesan los mismos ideales o ideas, por eso la libertad de expresión debe garantizarse a todos.
La libertad de expresión implica también una serie de derechos, como el derecho de tener acceso a la información de interés público, el derecho de investigar, el derecho de criticar, el derecho de difundir o recibir ideas o informaciones de todo tipo, entre muchos otros, así como una serie de responsabilidades, pues ninguna libertad es ilimitada y todos tenemos que responder en caso de abusos o cuando dañamos a otros.
Una consecuencia de la libertad de expresión, que algunas personas desconocen, es que a partir de la misma se considera que los funcionarios públicos se someten voluntariamente al escrutinio de sus labores, incluso de su conducta personal. Si en la democracia el poder reside en el pueblo y los funcionarios públicos son simples depositarios transitorios de ese poder, lo natural es que el pueblo pueda controlar y criticar la manera como estos desempeñan sus labores.
Lamentablemente, algunos funcionarios públicos no entienden el trabajo de la prensa ni las reglas del juego democrático, que los obliga a tener una gran tolerancia al escrutinio y control ciudadano, así como a las críticas de que puedan ser objeto. Valga apuntar que la jurisprudencia considera que estas críticas pueden ser ácidas, hirientes, incluso ofensivas, pues así lo demandan las exigencias propias de una democracia.
Por eso, es preocupante el clima político y social actual, donde se ha recurrido al insulto, a la descalificación y a la deslegitimación para criticar el trabajo de la prensa. Desde luego, los periodistas y medios de comunicación no son, ni deben ser, inmunes a la crítica. Están expuestos a ella como cualquier otro.
Más aún, la democracia requiere un debate robusto y vigoroso, por lo que las polémicas y enfrentamientos entre diversos sectores son saludables, y esto incluye aquellos que puedan surgir entre los funcionarios públicos y la prensa. El disenso es propio de la democracia. No obstante, esto no implica que la discusión pueda desarrollarse de cualquier modo, pues el insulto, la deslegitimación, el matonismo y las amenazas no son parte de las reglas de una democracia. Al contrario, atentan contra la democracia misma.
Y esto me lleva de nuevo al punto inicial. ¿Por qué es importante la libertad de expresión? Porque sin ella no tendríamos un país como el que tenemos, porque sin ella Costa Rica dejaría de ser Costa Rica, porque sin libertad de expresión comenzaríamos a acercarnos a modelos de democracia imperfecta, o peor aún, a modelos no democráticos.
Me siento profundamente orgulloso de ser costarricense. Por eso no puedo menos que solidarizarme con los periodistas y medios de comunicación que actualmente están siendo objeto de ataques impropios de una democracia.
Y esta defensa es válida independientemente de si uno comulga o no con su línea editorial, independientemente de si uno es o no afín a estos medios. La defensa es procedente porque lo que está en juego, en el fondo, no es el futuro o supervivencia de una empresa periodística determinada, sino el futuro y la supervivencia de Costa Rica, tal y como la conocemos.
Add a Comment