Otto Guevara y Laura Chinchilla acaban de cometer el mismo error, al mostrar intolerancia a la crítica de la prensa y de sus contrincantes, justo cuando una campaña fría y simplona comenzó a calentar un poco sus motores. El primero decidió no conceder más entrevistas a “La Nación”, después de que ese medio publicó unos reportajes sobre préstamos de dinero que terceras personas hicieron al Movimiento Libertario. La segunda decidió acusar penalmente a uno de sus contrincantes, casualmente a Otto Guevara, después de que éste hizo cuestionamientos sobre el valor de su casa de habitación. Estas reacciones, que considero desatinadas, merecen un poco de análisis y de reflexión.
La confianza y el voto se ganan. Quien se postula como candidato a la presidencia de la República, está pidiendo a los votantes que confiemos en él para dirigir nuestro destino por cuatro años. Por eso, en contra partida, los candidatos deben aceptar que su vida sea objeto de un riguroso escrutinio, indispensable para que podamos conocer quiénes son en realidad, para que logremos formar criterio y podamos valorar las opciones existentes, antes de ejercer el derecho al sufragio.
Libertad de expresión y elecciones. Ahora bien, ese escrutinio solamente puede realizarse ejerciendo de manera vigorosa la libertad de expresión. Las Cortes de Derechos Humanos consideran que la libertad de expresión no se ejerce exclusivamente para comunicar las ideas que son aceptadas por la mayoría de la población, sino también para aquellas que pueden ser chocantes, inquietantes o hirientes. Adicionalmente, en el marco de una campaña electoral, la libertad de expresión puede y debe ejercerse de manera más amplia, aún a riesgo de excesos, provocaciones o exageraciones, pues es el momento más importante para la sobrevivencia del régimen democrático. En consecuencia, los candidatos deben aceptar que la prensa, sus contrincantes y los ciudadanos expresen sus opiniones, hagan críticas (aún ácidas), investiguen ampliamente e informen sobre sus vidas, sus planes de gobierno, el financiamiento de sus campañas, su patrimonio personal, el pago oportuno de los impuestos, etc. Es tan amplio ese derecho, que la Corte Europea de Derechos Humanos llegó a tolerar que se calificaran las ideas de un candidato como de un “oportunismo detestable”, “desprovistas de dignidad” e “inmorales”. Por su parte, la Corte Interamericana consideró válidas las críticas que hizo un candidato presidencial a su contendor, de quien afirmó que se había enriquecido durante una dictadura, gracias a los “dividendos” que recibía de empresas que manejaba el dictador.
Estrategia equivocada. Por eso, la decisión de doña Laura Chinchilla de acusar penalmente a don Otto es equivocada, no sólo porque las críticas de los contrincantes forman parte del juego democrático, sino también porque el juicio que pretende iniciar tiene pocas probabilidades de éxito si llegara hasta un Tribunal supranacional. Si don Otto no dice verdad, doña Laura debería demostrarlo y exponer la mentira, pero acusarlo penalmente es impropio del momento electoral que vivimos. Por su parte, la decisión de don Otto Guevara, quien contradictoriamente se postula como “libertario”, de no dar declaraciones a un medio de prensa, es también equivocada. Si, como dice don Otto, los periodistas de un medio de comunicación no ejercen su labor de manera ética, o si lo hacen con sesgo partidista, la mejor manera de denunciarlo es la de seguir dando declaraciones para poner esa situación en evidencia. Las ideas, con ideas se combaten.
¿Mal presagio? Finalmente, esperemos que la actitud de los candidatos no sea un mal precedente de cara a un posible gobierno. A partir de lo acontecido, me pregunto si doña Laura, como Presidente de la República, acusará penalmente a todo aquél que haga críticas que le molesten. O, si don Otto, como Primer Mandatario, se negará a responder a las preguntas de la prensa, cuando las mismas no sean de su agrado. En lo personal, como abogado, como ciudadano costarricense y como votante, espero que no.