Desigualdad

Alarmante desigualdad social y pobreza en Costa Rica

Según el último el informe del Programa Estado de la Nación (PEN), Costa Rica tuvo el mayor índice de desigualdad social en los últimos 35 años. El informe del PEN indica: “Costa Rica pasó de ser, en el plazo de una generación, una de las sociedades más equitativas de América Latina a una de las más inequitativas. Esta situación es, a su vez, causa y el efecto de otras inequidades que se afianzan en los ámbitos de la producción, el trabajo, la educación, la salud y la tecnología, entre otros”.

Adicionalmente, la última Encuesta Nacional de Hogares del INEC señaló que más de 1.300.000 personas viven bajo la línea de pobreza en nuestro país. Es decir, 1 de cada 4 personas es pobre.

Vale recordar aquí que una cosa es la medición estadística de la pobreza, para lo que se fijan límites objetivos para establecer quién está en situación de pobreza y quién no, y otra la cruda realidad, donde existen muchas personas que sí superan la barrera estadística pero que viven con grandes penurias, carencias y dificultades. Así, hay muchos que, aunque estadísticamente no son considerados en pobreza, con costos logran llegar a fin de mes.

Debemos abrir los ojos ante esta dura realidad que nos interpela como ciudadanos y como sociedad.  Claramente, el problema de la pobreza, del desempleo y de la desigualdad tienen causas estructurales, que deben atacarse con visión de largo plazo, con políticas públicas coherentes, de conjunto, basadas en datos y en evidencia científica, no en populismos y en cálculos electorales.

En un reciente post comentaba sobre la situación de inseguridad ciudadana y explicaba cómo debe combatirse a partir de una política criminal de conjunto. Pues bien, un país que no le ofrece igualdad de oportunidades a todos sus hijos, que parece condenar de antemano a muchas personas a una vida sin expectativas ni posibilidades reales si quiera de luchar por sus sueños, difícilmente podrá lograr combatir de manera eficaz y duradera la criminalidad.

Peor aún, y para eso los ejemplos abundan en América Latina, la desigualdad social es caldo de cultivo propicio para el surgimiento de movimientos políticos populistas, de líderes carismáticos que se presentan como “antisistema”, “outsiders” (para usar el anglicismo), quienes progresivamente comienzan a erosionar los fundamentos de la democracia.

La situación que vivimos es absolutamente intolerable y debería revolver nuestra conciencia ciudadana. Sin embargo, parece ser más bien una realidad a la que nos hemos acostumbrado, con la que convivimos tranquilamente, o que nos negamos a enfrentar volviendo la mirada hacia otro sitio.

Desatender las necesidades del prójimo no sólo es un acto de egoísmo y de falta de solidaridad, sino que además es una peligrosa omisión que como sociedad y como país puede terminar costándonos muy cara…